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"En 1934 una pandilla de trece marineros de la villa, «Los Parrandistas» ... salieron a la calle a cantar la murga del besugo que raptó a una sirena y fue juzgado con severidad en el fondo del mar. Ese año fue el último que salieron a relatar la historia famosa".

Libro "Juicio en el fondo del mar o la singularidad de un carnaval marinero en Santoña" ... - Fernando Gomarín y Juan haya

Historia de una murga

Desde el renacimiento oficial del carnaval santoñes en 1.982, todos los años sus celebraciones y espectáculos tienen como epílogo la representación de una obra que nos ha aportado, con respecto a otros ámbitos geográficos, un carácter de originalidad específico de carnaval marinero: "El Juicio en el fondo del mar".El texto que centra su argumento fue recogido de la, según dicen, última murga que se celebró en Santoña el año 1.934, conocida con el nombre de "Los Parrandistas" y organizada por Domingo Larrañaga, alias el «Ñe».A todas estas cuestiones hace referencia un artículo del diario Alerta en 1987, que sirvió a su vez de presentación de un amplio estudio de los carnavales santoñeses publicado en aquellas fechas por Juan Haya y Fernando Gomarín. Del mismo extraemos lo siguiente:

 

 

"En 1934 una pandilla de trece marineros de la villa, «Los Parrandistas» ... salieron a la calle a cantar la murga del besugo que raptó a una sirena y fue juzgado con severidad en el fondo del mar. Ese año fue el último que salieron a relatar la historia famosa.
La letra había sido cosa del «Litri», Secretario del Ayuntamiento de Santoña que respondía al nombre propio de Emilio González Revuelta. Otro pescador que en 1977 mantenía viva sus facultades de joven, conservaba en su memoria la murga primigenia del Carnaval de 1934. El pescador se llamaba Ñe."

Por otra parte, la música fue compuesta por el Director de la Banda Municipal, señor Vinatea, y los instrumentos que utilizaban en la interpretación eran de cartón.
Por último, decir que el grupo portaba un disfraz y tocado elaborados con pieles de palometa sin curtir y la cara tiznada de negro para ocultar la identidad. En aquella situación sus atuendos despedían un olor tan desagradable que provocaba, dentro del ambiente festivo, la huida de las gentes que tenían la tentación de aproximarse.