Un Carnaval Marinero
Os mostramos a continuación la Exposición realizada por José Carlos juncal y Agustín Ibáñez, en representación del Carnaval de Santoña en el 2º Seminario de Carnaval celebrado los días 27, 28, 29 de Noviembre de 1986.
Cantabria es una región que cuenta con un amplio litoral en el que históricamente se han asentado importantes pueblos, cuyas economías familiares obtenían sus recursos indistintamente del mar o de la agricultura. Santoña es entre todas, una villa que ha conservado algunas de estas realidades históricas, de modo particular en los Carnavales, donde la comunidad y sus agentes cobran especial relieve y materializan, al amparo de sus símbolos y conductas, su identidad y relaciones sociales.
HISTORIA DEL CARNAVAL DE SANTOÑA EN EL SIGLO XIX.
Es muy difícil concretar la fecha de origen de los Carnavales de Santoña dada su antigüedad.
Lo que nos consta por datos escritos recogidos en las actas de la Sociedad Casino Liceo, es que desde el año 1.864, se han venido celebrando, excepto el transcurso de la Guerra Civil, ininterrumpidamente. En el acta de enero de 1.864, podemos leer:
"Vista la costumbre establecida en años anteriores, se acuerda dar bailes de Carnaval y Domingo de Piñata", por lo que es de suponer que sean de una época anterior.
Estos datos, nos hacen ver que los bailes de máscaras en lugares cerrados, (casinos, sociedades, etc.) contrastan con los disfraces marineros de carácter popular, que sin duda, tienen una procedencia más antigua y hacen referencia en su exposición a distintas especies marinas, con cuyas pieles los murguistas cubrían sus cuerpos, tal vez invocando la fertilidad de los mares.
Ya en 1.883, dada la gran participación popular, aparecen ordenanzas municipales, en las que se dictaban normas que regulan el uso de máscaras, vestidos y disfraces, pretendiendo evitar de esta forma la ofensa a las buenas costumbres e instituciones.
Los periódicos de 1.892 nos hablan de la importancia de los bailes en las sociedades locales "Sociedad Casino Liceo", "La Juventud Santoñesa", "El Café Español", "José Bonet" y la "Sociedad la Peña", rivalizaban por conseguir la mayor notoriedad.
Por ejemplo, el Casino Liceo, se jactaba del buen gusto con que estaban decorados sus salones de baile y de descanso, "que podían competir con los más aristocráticos", EI salón de fumar de la Sociedad La Peña, aparecía adornado con ramos, mientras que el baile estaba profusamente engalanado. La Sociedad La Juventud Santoñesa, ensalzaba su baile de Piñata: "ha sido el non plus ultra de todos los celebrados, ¡que mujeres más hermosas!, ¡que trajes más elegantes!, ¡que maremágnum...!".
Todo ello hace suponer el gran auge que en aquellos tiempos tenía el Carnaval Santoñés.
HISTORIA RESUMIDA DEL CARNAVAL DE SANTOÑA A PRINCIPIOS DEL SIGLO XX.
Datos recogidos en actas del Casino Liceo, como los artículos aparecidos en el periódico "El Avisador", tanto en reseña de 1.902, como en su número de 20 de enero de 1.912, nos citan como los días más importantes de las fiestas, el sábado de Carnaval, domingo, lunes y martes y domingo de Pitaña. Siguen haciendo referencia a la importancia de los bailes de Sociedad, algunas de cuyas sedes han desaparecido, mientras otras nuevas las sustituyen.
La Sociedad Casino Liceo y la Juventud Santoñesa, mantienen su solera. El Baile de los Sargentos y el del Cine Hispano sustituyen a las ya desaparecidas. Este último adquiere un carácter popular, en contraste con los anteriores, a los que sólo podían acceder los socios. En él se podían alquilar trajes y máscaras, el abono para los bailes y alquiler durante todo el carnaval, se podía conseguir por siete pesetas, El citado periódico nos habla de cómo mientras por la noche se celebraban los bailes en los lugares ya mencionados, por la tarde se hacía uno popular en la Plaza Vieja.
Frente a este Carnaval de Salón, que reclamaba para sí un gusto exquisito y cortesano, con abundantes refinamientos, encontramos el Carnaval Popular, callejero, cuyo ambiente propio eran los espacios públicos y libres de la ciudad.
El pueblo llano era acompañado en este tipo de festejos por la burguesía liberal que, aún por aquel entonces, seguía gustando de la calle como medio de protesta festiva y propagación de idearios políticos y sociales en lucha contra las viejas ideas del conservadurismo.
Sin embargo esta pequeña burguesía reformadora intentaba extender a la calle el tejido moral refinado y civilizado que reinaba en los salones. Se acusaba a los bajos estratos de hacer un Carnaval de mal gusto, donde abundan los mamarrachos, las vestimentas estrafalarias, y los comportamientos ridículos e indecentes.
Es evidente que estos patrones de progreso y urbanidad de la nueva moral racionalista no podían seguir tolerando el espíritu festivo, lúdico, crítico y satírico de las clases populares, concretando en un lenguaje liberado y unas formas cómicas des-reprimidas, que no reparaban en utilizar los cuerpos como discursos sexuales de provocación y sus malas lenguas en escarnecer la mojigatería y los privilegios de los distintos estamentos sociales.
LAS MURGAS.-
La organización de los Carnavales recaía sobre las murgas, colectivos de personas disfrazadas que acompañaban con instrumentos musicales para interpretar coplas satíricas. Entre aquellas podemos recordar en la segunda mitad del siglo XIX la formada por el "Boo de Santoña"; la de "Los Músicos del Regimiento de Andalucía", "la Marina", integrada esta por varios pescadores del lugar que cantaban la Barcarola, pieza de aires marineros. Ya entrado el siglo XX podemos hablar de "Los Loritos", la murga de "Los Pedreses", "La Serafina", "La Música por los suelos", "Los Apaches", etc.
El recuerdo más vivo de los Carnavales se nos transmite por medio de los ancianos del lugar, ellos nos recuerdan cómo en los años treinta se concentraban en Santoña personas y comparsas de las provincias limítrofes que se entremezolaban con los vecinos, convirtiendo la Villa (ya entonces) en uno de los principales puntos carnavaleros del Norte de España.
LOS PARRANDISTAS.-
De todas las comparsas, (en Santoña se les conoce con el nombre de murgas) hacemos mención especial a "Los Parrandistas".
Los Parrandistas eran trece, a los que acompañaban tres mujeres aguinalderas, sin disfraz, que vendían las coplas, previamente censuradas por la autoridad, y las más veces cantadas como venía en gana, sin temores ni recatos. Destacaba en la murga un disfraz, consistente en pieles de palometa que, cosidas unas a otras, recubren el cuerpo. Sobre la cabeza se coloca una palometa o un cofre. La cara le quedaba al descubierto tiznada de negro, para preservar la identidad del parrandista. Las pieles no estaban curtidas y despedían un olor pestilente que se integraba a la fiesta, esto escandalizaba y espantaba a las gentes que se aproximaban a la murga, lo cual producía las consiguientes risas y alborotos y una imagen esperpéntica y simpática a la que servían de medio las escamas de los peces capturados en el faenar cotidiano.
Esta murga de "Los Parrandistas" resulta específicamente adecuada al medio marinero, (se dice que una anciana de la época sugirió el disfraz a base de palometa) y es de un enorme valor, no solamente desde el punto de vista plástico, sino estrictamente antropológico, dada la escasez de las mismas con que cuenta nuestro acervo folklórico estatal, y representa un importantísimo elemento antropológico bajo el punto de vista de sus partes integrantes, perfectamente sincronizadas en sus formas carnavalescas y textuales.
JUICIO EN EL FONDO DEL MAR (1.934).-
La copla del Juicio en el Fondo del Mar, cantada por Los Parrandistas en el año 1.934, pretende reflejar la posición de unos pescadores con respecto al conjunto de la comunidad, e invoca a la fertilidad de los mares, enumerando las especies más usuales y mimetizando al hombre con el animal marino, en un entramado simbólico de amor, fertilidad e identificación con el ecosistema, que regula los recursos económicos vitales de las pequeñas comunidades marineras. Y es una copla de esta murga, la del "Juicio en el Fondo del Mar", compuesta por el entonces Secretario del Ayuntamiento, (otros dicen que era el Alguacil), lo que ha hecho que el Carnaval Santoñés tenga un final que le hace único y distinto. En ella se cuenta el rapto de una sirena por un besugo enamorado, y el juicio a que es sometido, motivo que servía de pretexto al autor para hacer una larga y rica enumeración de especies marinas que por entonces llegaban cotidianamente al puerto de Santoña.
Según anuncia una radio
en los profundos del mar
se ha armado una zarabanda
que ha dado mucho que hablar,
Pues dicen que si un besugo
que es un pez influyente
de una sirena inocente
locamente se ha emprendado.
Y el besugo enamorado
el equipaje ha liado
y a la sirena ha raptado.
Neptuno, dios de los mares,
hondamente contrariado
el asunto ha encomendado
a un verdel que es abogado.
Y mi pleitos se ha ganado,
todos en el mar salado.
Para sustanciar el pleito
el abogado ha dispuesto
abrir una información;
desde el pez más diminuto
hasta el muergo más astuto
prestará declaración.
El juicio tendrá lugar
y en el hueco de una roca
y adornado con marlotas
esponjas y algas marinas.
Cuatro sirenas divinas
el tribunal formarán
y uno por uno los peoes
ante tan severos jueces
y al punto desfilarán.
De la defensa del reo
por lo visto se ha encargado
un ilustre salvareo
que es espinoso y letrado.
Actuará en las diligencias
y en plan de procurador
un pez de mucha experiencia
llamado el pez volador.
Del orden de este local
con seriedad extremada
se encargará muy formal
un enorme pez espada,
dos mil trescientas lubinas
mandadas por un luciato
armadas de carabinas
formarán en aquel acto.
Y les están encomendadas
las funciones de bedel
a dos activos lenguados
y un elegante pajel.
Los porretanos y barbos
de jurados actuarán,
y al reo con sus descargos
absuelto declararán.
Y la sala que estará
de fijo, de bote en bote
supongamos se hallará
de guardia un cancaricote.
Y por orden riguroso
desde el delfín hasta el baboso
declaración prestarán
sapo-peces, calamares,
jibiones, truchas,
palometas, relanzones,
luciatos, julias y sulas,
meros, rodaballos, julias,
salmonetes, cabrachos,
congrios, ballenas, cabrachos,
merluzas, bocartes, sardinas,
bonitos, taurones,
tembladeras, tiburones,
porretanos, chaparrudos,
panchos, lampreas, picudos,
brecas, babosos, tencas,
pintalacolas y durdos.
También comparecerán
a prestar declaración
una caila y un cailón,
llampas, abacantos,
cangrejos de mar y muergos,
mielgas, truchas, langostas,
tacotas, carpas y ostras.
Y si por el tribunal
se formula alguna queja
de manera muy formal
lo resolverá la almeja.
Y ahora al público rogamos,
que se arme de paciencia,
pues muy pronto la sentencia
y el tribunal dictará
pues de seguro otra radio
de mucho menos consumo
a las naciones del mundo
el resultado dará.
Parecen estas últimas estrofas una premonición, un adelanto, del avance de las modernas técnicas en el campo de la radio-difusión. Efectivamente, las modernas emisoras de radio hoy nos hablan, medio siglo después, de la sentencia del "juicio en el fondo del mar" y pueden transmitir el desenlace del acto; un desenlace que los murguistas de antaño seguramente no preveían: el besugo es absuelto, a pesar de la oposición del todopoderoso Neptuno, pero, que fatalidad, muere de amor.
El fin del Carnaval santoñés consta de tres partes fundamentales el paseo del reo, el juicio en el fondo del mar, y el entierro del besugo.
Comienza el festejo al atardecer. El besugo, soberbia pieza de tres metros y medio, es subido en un carro tirado por un burro en la Plaza del peralvillo. Neptuno y los treinta y dos personajes que posteriormente intervendrán en el acto del juicio, contemplan la escena. Mientras las murgas y charangas de las peñas comienzan un impresionante "chunchun" que le acompañará todo el recorrido por las calles de Santoña. Nos recuerda esta ceremonia a la costumbre medieval de pasear a los delincuentes y emplumados ante la presencia de las gentes recordándoles lo que les esperaba en caso de cometer un hecho delictivo.
Durante el trayecto, la gente dirige frases al besugo en tono más menos jocoso relacionadas con la faena que le hizo al omnipotente dios de los mares. El brillante de la comitiva se entremezcla con los ritmos carnavalescos y los salmos que interpretan supuestos sacerdotes que han llegado de "remotos lugares". El vilipendiado reo es llevado hasta la Cofradía de Pescadores donde permanecerá custodiado por un luciato y ocho lubinas hasta la hora del juicio. Parte de la comitiva a las 10,30 horas de la noche hacia la plaza mayor de la villa, la plaza de San Antonio, con sus árboles por soportales. En ella se ha instalado el estrado donde se representará el acto del juicio oral. Van llegando los peces que ocupan sus correspondientes lugares en la improvisada sala.
En medio de un impresionante silencio, una voz anónima recita la antigua murga y acto seguido, comienza el juicio contra el enamorado besugo. Neptuno subido en su trono, portando su tridente y rodeado por cuatro sirenas, dirige su juicio: "Como me llamo Neptuno -dice al besugo- dios de la mar serena, que te haré pagar el mal rato que pasé con tu faena". Con su potente voz va dando órdenes y recordando a los peces los peligros que los acechan, pues los hombres, en la superficie del mar, utilizan todas sus artimañas y saber para capturarles: "con Miche el botero, ¡cuidado!, pues aunque está jubilado, es un lince, y pescando lunas a su lado no hay igual según se dice", El verdel, que hace de fiscal, y el salvareo, abogado defensor, se enzarzan en una pequeña dialéctica. El primero que "estudió la carrera en los caladeros del Este y se licenció en Derecho en un día de sureste", dice que "Neptuno le ha encomendado que ataque sin piedad a un besugo enamorado que ha raptado a una deidad", mientras que el salvareo "que ha recorrido la escollera más veces que el buen Gelin (Ángel Badiola, ex-alcalde de Santoña, que todas las mañanas se recorre el Pasaje de punta a punta)", hace una reflexión y dice "este besugo inocente de mucha escama y poca vista, en mi ha confiado su suerte creyéndome un buen jurista". Poco a poco Neptuno va mandando subir a declarar a los peces y moluscos, y les pregunta sobre las relaciones entre la sirena y el besugo a lo cual todos contestan con evasivas. En las respuestas se van citando personajes populares, conocidos por sus buenas mañas en el arte de la
pesca (Picio, Luisa la del Milán, Ángel el del Dueso, Félix el de los cámaros, etc.), caladeros de la bahía, marcas de pesca, regatos y lugares del entorno, respuestas un tanto irónicas y graciosas que quieren enlazar la fantasía del acto, con realidades y problemáticas del lugar; así el pez espada nos recuerda el uso abusivo de redes y trasmallos y da rienda a su furor diciendo: "Me dan ganas de utilizar mi espada contra quien destroza mi bahía amada",
Finaliza la representación con la absolución del besugo y un diálogo amoroso entre éste y la sirena, que termina con el desdén y el desprecio por parte de ella: "ni te he querido ni te quiero, ni te he amado ni te amo. Soy libre, besugo -le dice- como la espuma que escapa a las olas, como el canto del hombre del mar" y la inmensa tristeza del besugo que tanto sufrió de amor y ahora "que por fin iba a besar sus escamas", se ve abandonado por su amada. Es tanta la pena que el besugo muere de amor.
Los peces participantes en el acto, y el público en general entonan una canción de despedida y se inicia el entierro del besugo.
Va llegando la comitiva al lugar del desenlace final; la bahía santoñesa. El griterío se va haciendo cada vez menos, las charangas cesan, la música y los porteadores con el difunto se acercan a la orilla de la mar. El silencio se hace total. Algunos amigos lanzan flores y coronas al agua y el besugo es depositado en el blando lecho del lugar de sus desventuras. Una traca le despide y, a la vez que se adentra en las aguas de la bahía, las llamas van devorando su cuerpo. Cuando el fuego ha cumplido su objetivo y el último resplandor se apaga, comienza un sonoro "chunchun" en la costa que se adueña del silencio de la noche; es el último estertor. Con el muere el carnaval de mayor tradición y arraigo popular de Cantabria.