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Historia de una fiesta popular

El carnaval como manifestación festiva popular tiene unas raíces difíciles de precisar, debido a que el recuerdo por transmisión oral ha ido perdiéndose en el transcurso del tiempo. En este sentido, en Santoña no existen constancias escritas más allá de las que aparecen recogidas en las publicaciones periódicas locales de finales del siglo pasado, como el "Eco de Santoña" que describe el carnaval de 1.892 de la siguiente manera:


"Dicen que los carnavales van de capa caída,
no es cierto, pues a mi me parece que ya van
hasta sin capa, a juzgar por los de este año.
A pesar de estar el tiempo verdaderamente
primaveral no han llegado a media docena los
disfraces que se han visto por las calles de esta
villa, y de todos ellos no ha habido ninguno que
haya llamado la atención.
El Orfeón y la Banda militar formaron una
estudiantina que llamó bastante la atención, y
fue muy aplaudida dicha estudiantina; por
razones que ignoramos no pudo ir a Castro,
según teníamos anunciado.
Los bailes de máscaras del Casino Liceo,
Juventud Santoñesa y sociedad La Peña,
estuvieron muy animados, así como los del café
Español y de José Bonet.
El día de Piñata recorrió el Orfeón las calles de
la villa. Y hasta otro año ".
Firma: Antifaz.

 

Como queda de manifiesto, por esta y otras referencias de los primeros años del siglo XX, en aquel momento el carnaval y sus disfraces se aferraban a los salones de la villa y aunque era un periodo de tiempo festivo celebrado multitudinariamente por gentes de todas las condiciones sociales, no tenía carácter callejero. Pero veamos como transcurría la fiesta en aquel mes de Marzo de 1.892 en los diferentes salones de la localidad:

"LOS CARNAVALES DE SANTONA EN EL CASINO LICEO"

"Todo no ha de ser Ayuntamiento, alguna vez he de ser yo revistero de salones, aunque lo haga mal. Y sin preámbulos os narraré lo que vi.
En el primer baile mucha animación, muchas caras bonitas, buena música, pocas máscaras y menos bromas. El segundo desconocí apenas penetré en el salón. Antítesis del anterior, todo eran capuchones de caprichosas formas y cortes, había chulas que parecían de verdad, pero lo más notable fue la magnífica colección de caretas que llamó la atención de los aficionados a Terpsicore por la hermosura y belleza de sus rostros, y para que todo contrastara con la noche anterior hubo bromas muy superiores y claro, los colores nos salían a la cara. No citaré las muchachas que acudieron a los bailes porque tendría que enumerar a todas las bellas santoñesas que en aquellos lucieron toda su hermosura y elegancia... Para terminar, envío desde estas columnas el parabién al Presidente del Casino, por el buen gusto y acierto desplegados en el arreglo del salón de baile y el de descanso, que podían competir con los más aristocráticos.
Espero que ya en el buen camino se vea pronto muy concurrido para que los jóvenes puedan pasar veladas tan deliciosas como las de estas noches anteriores".

 

 

"LOS CARNAVALES EN LA JUVENTUD SANTOÑESA"

"Magníficos han estado en verdad los bailes celebrados en este centro de recreo los días domingo y martes de Carnaval y domingo de Piñata; mucha animación, mucho bullicio y muchas máscaras.
Pero el baile de Piñata ha sido el «non plus ultra» de todos los celebrados en esta sociedad, ¡qué mujeres más hermosas! qué trajes tan elegantes... qué «maremagnum».
Si fuera a describir todos los trajes necesitaría todo El Eco, pero tampoco quiero pasar por alto algunos que llamaron verdaderamente la
atención. Ví uno de segadora... que era la mar, otros de echadoras de cartas, de cantineras jerezanas, chulas, etc., esto tocante al bello sexo, por más que el sexo feo también tenía buena representación, y si no ahí están el abate y Enrique III que no me dejarán mentir, lo mismo que los disfraces de Rigoleto y Sargento Federico que gustaron mucho.
Además había un gran surtido de capuchones y chulas con más o menos gracia, en fin un popurrit completo.
A las diez empezó el baile, y a las once no se podía dar un paso por el salón, y las parejas se ropezaban al bailar. ..y a las tres de la mañana terminó en medio de la mayor animación. Al marcharnos del salón con el corazón triste por haberse terminado los carnavales, no pudimos menos de exclamar.¡Y ahora hasta otro año!".

 

 

En los primeros años del siglo XX, los carnavales siguieron basándose en los bailes de máscaras,  animados por orquestas que interpretaban valses y polcas hasta altas horas de la madrugada.   En el año 1.907 destacaron por su animación y concurrencia los celebrados en el Círculo Artesano.
Las caretas y los disfraces fueron muy importantes en el aderezo de aquellas jornadas de carnaval y Domingo de piñata, que se esperaban año tras año con verdadera impaciencia, hasta el punto de que la gente joven era capaz de adelantar' los acontecimientos hasta un mes al calendario oficial, como ocurriera en las mascaradas de finales de Enero de 1909.
Tanto interés por el disfraz se materializó en el desarrolló de un comercio de caretas de cartón, percalina y raso, narices con bigote, confetti, serpentinas, panderetas para estudiantinas, cascabeles, gorras para clowns y otros artículos característicos de esas fechas, que en aquellas circunstancias monopolizó la imprenta de Meléndez., por otra parte, durante el día y sólo cuando el tiempo lo permitía, la banda del Regimiento, la popular y el tamboril municipal amenizaban con su música aquellas tardes en la plaza de la Villa y La Alameda, complementando el vértigo de los bailes nocturnos celebrados sobre todo en la Juventud Santoñesa.
En 1.910 durante los tres días del carnaval volvió a repetirse la climatología adversa de los años anteriores "mucha agua en las nubes, más barro en las calles que agua en aquellas y un puñado de despreocupados con trajes astrosos y una careta, que se entretenían en molestar a los demás, fue el programa de estos días..."
Una vez más la animación se concentró en los bailes de salón, en los que se lucían máscaras ingeniosas y trajes llamativos. En algunas ocasiones, la transformación de la identidad por medio del disfraz llegó a ser recompensada para incentivar la originalidad y espectacularidad de los modelos, con el fin de favorecer la afluencia de participantes y público en general. Así, la Juventud Santoñesa en 1.910 "ofreció lujosos premios para las máscaras mejor presentadas. En busca de ello hubo máscaras en gran número y lujosamente ataviadas"
Repasando aquellos carnavales, en diferentes años, podemos comprobar que los tipos de disfraces eran variados, de fardos de mercancías, automovilistas que "bailaban (en 1.907) a la velocidad de un Panard de cuarenta caballos", de segadora, abate, echadora de cartas, Enrique III, "Rigoleto", cantineras jerezanas, chulas o el de "Sargento Federico", personaje popular por aquel entonces.

Los que preferían ocultar la identidad completamente, para de esa manera poder efectuar bromas con mayor impunidad, se colocaban bajo capuchones de factura y ornamentación variada, que con el paso de los años fueron siendo sustituidos por los llamados "impermeables funerarios".

En cualquier caso, en el decir de los cronistas del momento, la gente joven disfrutaba enormemente durante aquellas celebraciones, que después narraban pormenorizadamente en sus artículos, no perdiendo detalle de todos los acontecimientos acaecidos en el transcurso de las veladas, eso si, sin descubrir la identidad de los protagonistas.
Por otra parte, chascarrillos y cotilleos acompañaban en el discurrir de aquellas fiestas de salón y, si no ahí van unas muestras...
... "Alli supimos cosas peregrinas dichas con intención veragüeña, por cierta tapada a un discreto pollo, de esos que según el dicho vulgar las coje a tientas y las mata callando; es decir, sin alabanzas impropias de quien por los pies se viste. ¡Muy bien niño X... y después dirá tu mamá que eres un santito!. ¡Que poco conoce ciertos paseos la pobre señora!.
Otra vaporosa máscara de rosado y airoso traje nos dio a conocer el contenido de una carta de cierto «mariposo», de elevada estatura a quien embromaba con dicha misiva, sospechando nosotros si sería ella la destinataria, porque se la sabía de memoria. No sabemos que juicio formaría el embromado; pero al parecer le gustaba la guasita, pues la seguía con interés..."(Eco de Santoña 12-Marzo-1.908).